Cuando la arquitectura se percibe con todo el cuerpo
Una aproximación fenomenológica al espacio construido
Durante décadas, la arquitectura ha sido enseñada, teorizada y evaluada desde una mirada centrada en la forma y en lo visual: planos, fachadas, geometrías. Pero ¿qué ocurre cuando nos preguntamos no solo cómo se ve un espacio, sino cómo se siente al habitarlo?
En uno de los capítulos del libro, La arquitectura de los sentidos, Claudi Martínez profundiza en esta cuestión: ¿cómo percibimos realmente un edificio? ¿Qué papel juegan el tacto, el oído, el olfato, la memoria y la emoción en nuestra experiencia del espacio?

Ayuntamiento de Säynätsalo de Alvar Aalto
La percepción no es pasiva: es un proceso activo, dinámico y profundamente influido por nuestras vivencias pasadas. Cada vez que entramos en un lugar nuevo, nuestro cuerpo y nuestro cerebro formulan hipótesis, infieren sentidos, se dejan afectar por estímulos complejos y muchas veces sutiles: una textura áspera bajo los dedos, la luz tamizada por una celosía, la acústica de un techo abovedado, un olor que nos transporta a la infancia.
La arquitectura, entendida desde la fenomenología, no es solo un conjunto de formas. Es experiencia. Es cuerpo. Es emoción. Arquitectos como Steven Holl, Le Corbusier o Toyo Ito han trabajado desde esta sensibilidad: construyen con luz, con sombra, con aire, con silencio. Visitar la Capilla de Ronchamp o el Templo de Ryōan-ji no es simplemente recorrer espacios, sino entregarse a una vivencia integral que activa todos los sentidos.

Capilla Notre Dame du Haut, de Ronchamp
En el Museo Judío de Berlín de Daniel Libeskind, los pasillos inclinados, los vacíos, los ángulos agudos no buscan comodidad, sino memoria. Allí la arquitectura siente —y nos hace sentir. Al contrario, en el Tanatorio de Meiso no Mori, Toyo Ito diseña un lugar que quiere parecerse al cielo: luz cálida, techos ondulantes, paisaje visible, tiempo suspendido.
Numerosos estudios en el campo de la neurociencia ya confirman lo que los grandes arquitectos intuitivos llevan años explorando: que los entornos influyen en nuestro bienestar físico, psicológico y emocional. Espacios con vegetación, luz natural y materiales nobles reducen el estrés, mejoran el estado de ánimo e incluso estimulan la creatividad.

El Templo de Ryōan-ji
¿Y si enseñáramos arquitectura no solo como una técnica de proyectar formas, sino como un arte de diseñar percepciones? ¿Y si, en lugar de preguntar cómo se ve un edificio, nos preguntáramos cómo se vive?
Quizá entonces podríamos acercarnos a una arquitectura verdaderamente humana: una arquitectura que nos acoge, que nos toca, que nos transforma.