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La Polifonía de los Sentidos: La Experiencia del Mar

Si en nuestra entrada anterior exploramos el bosque como un espacio de encuentro multisensorial, hoy dirigimos la mirada hacia otro elemento esencial: el mar. Su presencia, tanto inmensa como cambiante, activa una sinfonía de sentidos que transforma nuestra percepción del entorno y nos invita a una profunda conexión con la naturaleza y la arquitectura que lo enmarca.

Una sinfonía sensorial en movimiento

El mar despierta en nosotros una experiencia integral. Su característico azul, cambiante bajo la luz, refleja el infinito en contraste con el movimiento rítmico de las olas. El sabor salado y el olor del yodo se convierten en una señal inequívoca de su presencia, mientras el tacto de la arena o las piedras bajo nuestros pies ancla nuestra sensación de bienestar. Pero el mar no solo se percibe; se vive también en movimiento. Sentir el vaivén de las olas al nadar o al caminar por la orilla es experimentar una danza entre el cuerpo humano y la naturaleza.

El Peine del Viento

El Peine del Viento: un mirador hacia lo sublime

En la bahía de La Concha, al final de la playa de Ondarreta en San Sebastián, el mar se encuentra con el arte y la arquitectura en una experiencia sin igual. El arquitecto Luis Peña Ganchegui diseñó una serie de terrazas de granito rosa Porriño que articulan el paseo marítimo con el entorno natural. Este espacio es también hogar de la serie escultórica de Eduardo Chillida, El Peine del Viento, cuyas imponentes piezas de acero de 12 toneladas dialogan con las olas y los vientos que las rodean.

Este lugar, dividido en tres niveles, ofrece una transición gradual entre el espacio urbano y el mar. Las gradas permiten la contemplación tranquila, mientras el diseño incluye orificios que conectan con un antiguo colector, generando chorros de agua que forman nubes marinas y arcoíris, intensificando así la sensación de estar en un entorno vivo y en constante cambio.

Casa Van Diestre

Casas que capturan la esencia del mar

La arquitectura residencial también puede capturar la experiencia del mar. En Cala Molí, Ibiza, la Casa Van Diestre de los arquitectos Elías Torres y José Antonio Martínez se integra al paisaje costero con terrazas amplias y toldos triangulares que evocan velas de colores. Estos elementos no solo proporcionan sombra, sino que también recrean la sensación de navegar, transformando el espacio habitable en una extensión del mar.

Por otro lado, la Casa Malaparte en Capri, Italia, obra del escritor Curzio Malaparte, redefine el concepto de la contemplación marina. Situada sobre un acantilado, su diseño incluye una terraza piramidal y una escalera que se extiende como un camino serpenteante desde el nivel del mar. En su interior, destaca una sala con enormes ventanales que enmarcan el paisaje costero, mientras una chimenea se convierte en escenario de un atardecer donde el fuego y la luz se fusionan en un espectáculo sensorial.

Casa Malaparte

Arquitectura y naturaleza: una experiencia compartida

Al igual que el bosque, el mar inspira a la arquitectura para generar espacios donde el ser humano pueda reconectar con lo esencial. En cada una de estas obras, la relación entre lo natural y lo construido despierta una experiencia polifónica de los sentidos, recordándonos que la interacción armoniosa entre naturaleza y diseño arquitectónico puede transformar nuestra percepción del mundo.

La Arquitectura de los Sentidos: Cómo nuestras vivencias configuran la creatividad en el diseño

La arquitectura, más que una ciencia, es un arte que abarca mucho más que la creación de edificios funcionales. El diseño arquitectónico está profundamente ligado a la experiencia humana, a cómo percibimos y sentimos los espacios que habitamos. Al recorrer las obras de arquitectos como Peter Zumthor, Alvar Aalto o Luis Barragán, descubrimos que los edificios no solo están hechos de materiales y formas, sino que están impregnados de sensaciones, recuerdos y emociones que configuran nuestra manera de relacionarnos con el mundo.

La obra de Peter Zumthor es un claro ejemplo de esta conexión emocional que la arquitectura puede provocar. En sus diseños, la experiencia sensorial es tan importante como la forma o la función. Zumthor pone especial énfasis en el uso de materiales que generan texturas, sonidos y temperaturas que afectan directamente a cómo el usuario se siente en un espacio. En su famosa Termas de Vals, por ejemplo, el agua, la piedra y la luz se combinan para ofrecer una experiencia única, casi táctil, que hace que cada visitante no solo vea, sino que sienta el lugar.

Esta atención al detalle sensorial es algo que resuena en los conceptos de otros grandes pensadores, como el escritor Gabriel García Márquez. En sus obras literarias, la magia de los recuerdos y las emociones humanas juega un papel crucial. Para García Márquez, la memoria no es solo un archivo de hechos pasados, sino un espacio que vive y respira dentro de nosotros, y que influye en cómo vemos el mundo. La arquitectura también se nutre de esta idea: los edificios, a menudo, son como recuerdos materializados, lugares que nos permiten reconectar con momentos, sentimientos y sensaciones pasadas.

Pero no es solo la teoría la que respalda esta visión de la arquitectura como un arte emocional. Practicantes como Juhani Pallasmaa, arquitecto y teórico finlandés, han defendido la importancia de los sentidos en la creación de espacios. Pallasmaa insiste en que la arquitectura no debe ser solo visual; debe involucrar todos los sentidos. En su libro Los ojos de la piel, Pallasmaa argumenta que los espacios que más nos impactan no son los que simplemente nos impresionan visualmente, sino aquellos que nos invitan a tocarlos, olerlos, escucharlos. De alguna manera, estos espacios se convierten en una extensión de nuestras vivencias.

Imagen Termas de Vals de Zumthor

Termas de Vals, de Zumthor

La memoria como materia prima del diseño

Las vivencias y recuerdos personales son los que, a menudo, informan los proyectos más significativos. Los arquitectos que logran transmitir una sensación de pertenencia o nostalgia a través de sus diseños no lo hacen por casualidad; están canalizando experiencias universales que todos compartimos. En el caso de Alvar Aalto, por ejemplo, la relación de la arquitectura con la naturaleza y la luz fue siempre una prioridad, algo que no surgió simplemente de la admiración por la belleza natural, sino también por su experiencia personal de vivir en un entorno que invitaba a la reflexión y al recogimiento. Los materiales, las formas y los espacios que diseñó no solo cumplían una función práctica, sino que evocaban recuerdos de su infancia en la Finlandia central.

Luis Barragán, por su parte, nos invita a sentir la arquitectura a través de su uso del color y la luz. Su Casa Estudio en México, con sus paredes de colores vivos, patios y rincones silenciosos, crea un ambiente que no solo es visualmente atractivo, sino que también ofrece una sensación de serenidad y paz. La habilidad de Barragán para conjugar el espacio con la luz natural, las sombras y los colores intensos refleja una profunda comprensión de cómo los ambientes físicos pueden influir en nuestro estado de ánimo y nuestras emociones.

Imagen interior de la Casa Estudio de Barragan

Casa Estudio de México, de Barragán

El reto de diseñar para los sentidos

Sin embargo, la arquitectura sensorial no es tarea fácil. El reto radica en cómo traducir estas experiencias personales, estas vivencias, en espacios tangibles que afecten a las personas de manera similar. No se trata solo de elegir materiales o formas atractivas; se trata de crear ambientes que resuenen emocionalmente, que evoquen recuerdos o despierten sensaciones específicas. Esto requiere un conocimiento profundo de los usuarios y de cómo estos interactúan con su entorno, así como una capacidad para imaginar lo intangible, lo que no se ve a simple vista.

En la actualidad, los arquitectos se enfrentan a una era en la que el diseño sostenible y la funcionalidad son esenciales. No obstante, la arquitectura sigue siendo, en su núcleo, una forma de arte que debe llegar al corazón de las personas. Y es ahí donde las experiencias y vivencias personales de quienes diseñan juegan un papel fundamental. La verdadera innovación arquitectónica no solo busca respuestas funcionales, sino que también busca tocar las fibras emocionales del ser humano.

La arquitectura que involucra los sentidos no se queda solo en lo visual. Un buen diseño provoca una sensación, una respuesta emocional, que atraviesa el espacio y la memoria. Cuando miramos, tocamos, olemos o escuchamos un espacio, este se convierte en un eco de nuestras propias vivencias y emociones. Así, la arquitectura no solo construye el espacio físico, sino que también edifica un vínculo entre los recuerdos personales y los lugares que habitamos.

En conclusión, la arquitectura de los sentidos no se limita a ser un estilo; es una forma de entender y conectar con la experiencia humana en su totalidad. Los arquitectos que logran crear espacios que resuenan con nuestras vivencias, recuerdos y emociones nos enseñan que la creatividad no nace únicamente de la razón, sino también de la memoria sensorial que llevamos dentro. La arquitectura tiene el poder de transformar no solo el espacio, sino la propia forma en que nos sentimos y percibimos el mundo que nos rodea.

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