Nuestros entornos tienen una influencia enorme sobre nosotros. El espacio, la luz y la sombra, los colores, los materiales, las vistas, la orientación y muchos otros factores nos afectan y nos sentimos bien cuando se produce una sensación de bienestar. Para los arquitectos es esencial nuestra sensibilidad hacia estos factores que son básicos en nuestro oficio; esta búsqueda sensible nos conduce irremediablemente a la esencia de la arquitectura y nuestra disposición e interés hacia conseguir escenarios para el logro del bienestar.

En consecuencia la búsqueda de la esencia de la arquitectura es la búsqueda del bienestar y en definitiva de la felicidad.

Entendemos que hacer arquitectura es la creación del ambiente humano adecuado para que, a través de los sentidos externos, se emocionen favorablemente los sentidos internos; la arquitectura debe ser no solo funcional sino que además debe emocionar. Donde hay emoción hay arte. El oficio del arquitecto es, básicamente, la imaginación de lugares que faciliten la vida. El arquitecto es un amante de la vida y en cada situación debe dar una respuesta vital.

Arquitectura del bienestar:

La cuestión es saber cómo podemos producir el bienestar humano que es el motor fundamental de cualquiera obra. Debemos imaginar la vida dentro del espacio que estamos proyectando, como si el edificio ya estuviera terminado y empezamos a recorrerlo imaginando la situación de las ventanas, sus entradas de luz, el pavimento que nos acoge y nos invita a avanzar, la forma y el material del techo, las perspectivas interiores y exteriores, los lugares donde el espacio se detiene o acelera. Es fundamental que podamos sentir todas esas sensaciones mirando con detenimiento nuestros bocetos. Nuestra capacidad de invención es infinita pero lo fundamental es nuestra capacidad y sobre todo nuestra vivencia en el instante de la creación como lo haría un compositor con su piano y su partitura incipiente. Es la forma de que podamos obtener una arquitectura para el hombre y no para el creador de la forma. La arquitectura es para vivirla y no sólo para contemplarla.

Lo importante es la segunda vida de la obra de arte. Si es una novela, a partir de la presentación del libro nace su segunda vida; si se trata de una exposición de cuadros la segunda vida se produce a partir del vernissage. Si se trata de un edificio es a partir de que se empiece a habitar.

La pregunta clave es saber cuándo un edificio es bueno; la respuesta nos la da Jorn Utzon de una forma muy simple: “Mi propia experiencia es que si un edificio es bueno, entonces experimento el fluir del espacio… las personas cuando abandonan un buen edificio tiene una impresión perfecta del conjunto; no retiene los detalles, pero realmente han percibido ese flujo espacial”.

Jorn Utzon, conversaciones y otros escritos. GG. 2010. Artículo “Una conversación: arquitectura como bienestar humano. 2004”.

La esencia de la arquitectura es el bienestar humano mediante la creación de escenarios que permitan una vida lo más feliz posible. En este cuadro titulado “Tarde de domingo” del pintor Xavier Nogués, podemos visualizar una arquitectura de una enorme sencillez pero que sin duda facilita la vida; como decíamos antes, una arquitectura para ser vivida y no solo contemplada.